Una de las manzanas más famosas de la historia, junto con el logo de cierta marca de productos tecnológicos y la que Eva ofreció a Adán, es la que impactó sobre la cabeza de Sir Isaac Newton (1643-1727). El gran físico inglés tenía por entonces poco más de veinte años… pero dicho fruto jamás existió.
Partamos de tres hechos que sí están claros:
Newton nunca mencionó la caída de la manzana en ninguno de sus escritos.
La caída de la fruta sí que aparece mencionada en varias obras de otros autores, algunos de las cuales citan al propio Newton como fuente de información.
La fecha y el lugar de tal suceso habrían sido el año 1665 o 1666 en el jardín de su casa materna Woolsthorpe Manor, en Lincolnshire. En esas fechas Inglaterra estaba siendo asolada por la Gran Peste (peste bubónica) y la Universidad de Cambridge tuvo que cerrar sus puertas y mandar a sus estudiantes de vuelta a casa. Newton, por aquel entonces, estaba en el Trinity College.
La primera mención de la inspiradora fruta aparece en una obra de Robert Green publicada el mismo año de la muerte de Newton. El autor cuenta que, según su amigo Martin Folkes, vicepresidente de la Royal Society en la época en la que Newton era el presidente (1703-1727), la idea de la gravitación universal fue inspirada por una manzana:
“Cuya famosa proposición, considerada en su totalidad, se origina, según lo revela nuestro conocimiento, en una manzana; lo que aprendí de […] Martin Folkes”.
Una segunda referencia a la manzana se encuentra en varios textos de carácter biográfico sacados a la luz dentro del Proyecto Newton (Universidad de Oxford) y escritos en 1727 o 1728 por John Conduitt, asistente personal del físico durante su etapa como director de la Casa de la Moneda (desde 1696 hasta su muerte), y marido de su sobrina Catherine Barton.
En uno de los textos puede leerse:
“En el año 1665 cuando se retiró a su finca a causa de la peste, meditó acerca de su Sistema de Gravitación, algo que se le ocurrió al ver caer una manzana de un árbol”.
En un segundo documento, catalogado como un borrador del anterior, aparece escrito:
“Descubrió su Sistema de Gravitación, cuyo primer indicio se lo dio el ver caer una manzana de un árbol”.
Y en un tercer documento, similar a los dos anteriores, se dice:
“Mientras meditaba en un jardín, pensó que el mismo poder de la gravedad (que hacía que una manzana cayera del árbol al suelo) no se limitaba a una cierta distancia de la tierra, sino que debía extenderse mucho más de lo que solía pensarse.”
Una tercera fuente de esta historia aparece en algunos de los escritos del filósofo y escritor francés Voltaire. En un pasaje de una obra publicada en inglés en el año 1727, al hablar de las virtudes del poeta Milton, incluye la siguiente afirmación:
“Sir Isaac Newton tuvo la primera idea de su Sistema de Gravitación caminando por su jardín, al ver una manzana caer del árbol”.
El mismo suceso se recoge también en un trabajo suyo de 1733, si bien en esta ocasión no se indica la manzana de forma expresa:
“Un día que estaba caminando en su jardín vio varias frutas caer de un árbol, lo que le llevó a una profunda meditación sobre la gravedad”.
Vuelve a ser mencionada en la segunda edición de sus Elementos de la filosofía de Newton, publicada en 1741. Pero no en la primera, publicada en 1738, en la que únicamente habla de citar una anécdota en relación con el descubrimiento de Newton de su Sistema Gravitacional y señala el año 1666, sin dar más detalles.
En esta obra también afirma que su fuente de información es la propia sobrina de Newton, Catherine Barton (posteriormente Catherine Conduitt, tras casarse con el asistente personal de su tío). Voltaire la define como “encantadora”, pues la conoció en su periplo por tierras inglesas en la segunda mitad de la década de los 20 (si bien no llegó a conocer en persona a Newton).
“Un día en el año 1666 en el que Newton se retiró al campo, observando la caída de los frutos de un árbol, como me dijo su sobrina (la señora Conduit), se dedicó a una meditación profunda”.
Una cuarta fuente de información, algo más tardía que las anteriores, es la obra de William Stukeley, amigo de Newton, aparecida en 1752 y que ha sido publicada en línea en el año 2010 por la Royal Society. En una de sus páginas recuerda una conversación mantenida entre ambos en Kensington el 15 de abril del año 1726, sentados en el jardín después de haber cenado:
“Salimos al jardín a tomar el té a la sombra de unos manzanos. Durante la conversación me dijo que estaba en la misma situación que cuando le vino a la mente por primera vez la idea de la gravitación, ocasionado por la caída de una manzana: ‘¿Por qué la manzana siempre cae perpendicularmente hacia el suelo?’”.
Aunque todo son fuentes indirectas es significativo que, teniendo diferentes orígenes (en unos casos sus amigos y en otros su sobrina), la historia es siempre muy similar en la fecha (1665-66), el lugar (el jardín de su casa) y el desarrollo (caída de una fruta o manzana).
Independientemente de que pueda tomarse todo esto como argumento suficiente para darle credibilidad o no al suceso, hay que reseñar que la Ley de la Gravitación no fue un proceso inmediato. No apareció publicada hasta el año 1687 en sus famosos Principia.
Por otra parte, una cuestión sí queda clara a la luz de las referencias aquí recopiladas. Aunque la manzana fuera la inspiración del científico inglés, en ningún momento se dice nada sobre que la fruta le golpeara. ¿De dónde viene el detalle del aterrizaje en la cabeza?
El primero en aderezar la historia de esa manera fue el gran matemático suizo Leonhard Euler. Entre 1760 y 1762 escribió un total de 234 cartas a Friederike Charlotte de Brandenburg-Schwedt, sobrina del rey de Prusia Federico II y princesa de Anhalt Dessau, en las que le enseñaba cuestiones sobre física y matemáticas. En la carta LII, fechada el 3 de septiembre de 1760, le decía lo siguiente:
“Este gran filósofo y matemático inglés, yaciendo un día en un jardín bajo un manzano, una manzana cayó sobre su cabeza, y le dio la oportunidad de reflexionar”.
“Si Newton no hubiera descansado en un jardín debajo de un manzano y por casualidad una manzana no le hubiera caído sobre la cabeza”.
Las cartas fueron publicadas en francés en 1768 y se hicieron muy populares en toda Europa. En años posteriores su difusión aumentó aún más al ser traducidas a varios idiomas como el ruso, el alemán, el español y el inglés. De hecho, está considerado como uno de los primeros y más importantes libros de divulgación científica.
La puntilla la puso, unos años más tarde, el escritor inglés Isaac D’Israeli con la publicación de una obra en varios volúmenes en la que recoge anécdotas de muchas figuras históricas. Menciona el pasaje de Newton y la manzana en dos ocasiones. En el capítulo Poetas, filósofos y artistas, hechos por accidente del tomo 1 se dice:
“Siendo estudiante en Cambridge, se había retirado al campo durante la plaga en el país. Mientras leía debajo de un manzano, una de las frutas cayó y le dio un fuerte golpe en la cabeza”.
En el capítulo Anécdotas de abstracción de la mente, en el tomo 2, se recuerda:
“Newton está en deuda con este paciente hábito en muchos de sus grandes descubrimientos. Una manzana cae sobre él en su huerto, y el sistema de atracción aparece en su mente.”
Esta obra tuvo una gran acogida durante la primera mitad del siglo XIX, lo que supuso una rápida difusión de la versión con golpe en la cabeza, que ha llegado hasta nuestros días.
Una última curiosidad se encuentra en el propio árbol que dio origen a toda esta historia. Aunque existen diversas historias acerca del mismo, parece ser que el manzano de Woolsthorpe Manor (el único que hay en dicha propiedad) todavía existe.
Hoy en día es objeto de peregrinación, de modo que está protegido con una valla para su conservación. Se cree que en realidad el original fue derribado por una tormenta hacia 1820, pero que sus raíces se mantuvieron y dieron lugar al árbol que puede contemplarse en la actualidad. Produce una variedad de manzana conocida como flower of Kent, no muy habitual y de sabor ácido.
Una versión de este artículo fue publicada en el blog de la Unidad de Cultura Científica y de la Innovación de la Universidad de Oviedo.
José Manuel Montejo Bernardo, Profesor Ayudante Doctor. Departamento Ciencias de la Educación, Universidad de Oviedo
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Esta entrada fue modificada por última vez en 29/04/2021 14:12
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