Y parece que el incremento en el número de individuos se traduce en el aumento del área de distribución, que, según los resultados, se da hacia aquellas zonas disponibles que tienen un hábitat menos humanizado y están próximas a los núcleos de la población.
“El área delimitada en los planes de recuperación de la especie solo cubre alrededor del 50 % del área de distribución actual. Esto pone de manifiesto la importancia de actualizar de manera dinámica estas herramientas de gestión para que se adecúen a una población que se encuentra actualmente en expansión”, afirma Manuel Díaz Fernández, investigador de la EBD-CSIC y autor principal del estudio.
“Es posible que en esas zonas fuera del área delimitada por los planes se estén destinando menos recursos y personal para la vigilancia de la población, para mejoras en el hábitat o incluso para la prevención y la compensación satisfactoria de los posibles daños ocasionados por la especie en propiedades humanas como las colmenas, el ganado o los cultivos”, añade.
Prudencia ante el futuro de la población
Los investigadores han observado que mientras el área de presencia del conjunto de la población ha aumentado de manera considerable desde los años 90 a la actualidad, el área con presencia de osas con crías se ha mantenido estable en el tiempo.
“Esta información abre nuevas vías de investigación y desde el punto de vista de la conservación nos hace ser prudentes sobre el futuro de la población, que sigue estando considerada en peligro de extinción”, afirma Díaz Fernández.