Los ammonites, deben su nombre a los “cuernos de Amón”, dios de la mitología griega. Se trata de una subclase extinta de moluscos cefalópodos que vivieron desde el Ordovícico hasta finales del Cretácico. Además de ser unos fósiles muy apreciados por los coleccionistas, estos invertebrados son de una gran relevancia como fósil guía, pues la presencia de una determinada especie en un estrato ha hecho posible la elaboración de sucesiones de biozonas con gran precisión.
En lo que refiere a su anatomía, los ammonites constan de dos zonas principales: el fragmocono y la cámara interior. En la cámara interior es donde se ubicaba el animal, constituido por partes blandas que no fosilizaron. El fragmocono es el área divida en tabiques donde se acumulaban los gases que el animal utilizaba para regular su flotación, y que usaba a modo de “compartimentos estanco” como los submarinos. La separación entre tabiques se denomina septos o suturas, y la morfología de estas suturas es un elemento fundamental para determinar los diferentes órdenes de esta subclase.
Existen cinco órdenes dentro de los ammonites, en función de la forma de sus suturas, como se ha comentado anteriormente, y la cual suele coincidir con el grado de complejidad de las mismas. Es decir, las más primitivas como las Goniatitida y Ceratitida poseen una estructura sutural relativamente simple. Las tres restantes (Phylloceratida, Lytoceratida y Ammonitida) poseen una estructura sutural mucho más compleja, cuya silueta recuerda a formas vegetales. Se cree que tal complejidad obedece a una mayor resistencia de la concha
Existen más de 30.000 especies descritas de ammonites. En la actualidad, su pariente más próximo, el Nautilus, vive en su mayoría en mares tropicales. Estos han sido de gran utilidad para hacernos una idea aproximada de cómo eran y vivían los ammonites en los océanos de otras épocas geológicas.