Te levantas con el sol, si la nieve no te lo impide, el amanecer en este lugar es para vivirlo. Es difícil expresar qué se siente. Desde casa vemos lugares como remotos o perdidos, cuando estás allí, pues parece que no está tan perdido. Has llegado, te preguntas si es real, te mimetizas con el entorno y la gente, y en poco tiempo empiezas a interiorizar y aceptar que ese momento, tal vez único, es tan palpable como tu día a día.
Refuerzo mi convicción de que los viajes, más allá del hecho de desplazarte, es un estado mental. Para mi siempre positivo. No me gusta crearme altas expectativas sobre los mismos ( no pienso voy a ver “un mágico atardecer en las Montañas Doradas, porque es posible que la meteorología u otros imprevistos te abran una inesperada y emocionalmente abrumadora nueva perspectiva).
Así me ocurrió en Altai, viví las ventiscas – temporales de nieve y viento- más fuertes que he visto, a cientos de kilómetros del lugar poblado más cercano, por caminos que temporalmente dejan de existir, sin cobertura telefónica, sin baños, duchas… bebiendo te con sal hecho con agua y leche – litros al día -, comiendo pan recién hecho en improvisados hornos y carne seca de vaca, yak o cabra mezclada con las escasas verduras o patatas que pueden llegar allí… y te saben exquisitas. Sales del ger con el vaso de te hirviendo entre las manos y te sientas sobre la nieve a mirar lo que la naturaleza te ofrece. No tengo que pedir más. Las familias te preguntan ( del kazajo al inglés del conductor) qué te lleva allí, por qué ese lugar…. Les señalo mi vaso de té, mientras me sirven otro, señalo el fuego, los niños que no dejan de observarte, el «ladrido» de las marmotas o el aullido lejano de los lobos en la montaña…. Todo eso con lo que no contaba me ha llevado allí. El tiempo transcurre en otra dimensión, los ciclos vitales se vuelven más básicos y tantas “necesidades” como tenemos habitualmente, se esfuman. ¿ Y los miedos ? ¿ y si me pasa algo, y si enfermo, y más y todos sus «y si» posibles… ? Pues sin problema, porque no aparecen. El destino, mi destino, mi yo me ha llevado allí. Con todas las consecuencias. No me preocupa qué pueda pasar. Ni me lo planteé nunca.