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El espacio ha sido militar antes siquiera de que se conquistase. El primer objeto en llegar al espacio fue el V2 nazi. La infame arma alemana de la Segunda Guerra Mundial sentó las bases de la cohetería moderna con sus diversos avances. Ochenta años después las cosas vuelven a teñirse de color verde camuflaje más allá de la línea de Karman.
No es un proceso que haya tenido un declive en ningún momento. Pero ahora se vive un aumento en la tensión, ¿las causas? Variadas.
Entre las más destacadas es la democratización del acceso al espacio. Tras la caída del telón de acero, este empezó a ser más abierto, pero en los últimos años la revolución de SpaceX con Elon Musk y los microlanzadores, es una explosión. Al otro lado del mundo, China llevaba años cogiendo impulso, ahora recogen los frutos de ello, y la India mantiene el tipo en un panorama nada fácil.
Pero hay otro aspecto crítico donde SpaceX y Elon Musk tienen muchísimo que decir, las megaconstelaciones. Starlink fue la primera digna de tal nombre por números, aunque One Web ya apuntaba maneras. Y ahora, el uso militar que han recibido los primeros en el campo de batalla ucraniano los convierte en objetivos prioritarios en una guerra.
En cuanto algo tiene utilidad militar pasa a tener partes secretas. Partes que no quieres que otros tengan acceso. Aquí entran a discusión las relaciones o solamente la buena sintonía de Elon Musk con las autoridades rusas. También cabe señalar que Tesla se valió de condiciones muy favorables y únicas para instalarse en China. Por ejemplo, siguen siendo a día de hoy la única empresa automotriz que no ha sido obligada a tener un socio local para instalar una factoría. Estas además continuaron después de la construcción de la fábrica en Shanghái, con contratos para dotarse de minerales necesarios para baterías con el país.
Pero ya hay dos precedentes, y muy diferentes, que podrían tumbar a Elon Musk de su «trono espacial». Notablemente peligroso fue el primero, que no pasó desapercibido a ojos de nadie, desató la construcción de otra constelación Starlink separada y para uso militar.
Durante la invasión de Ucrania, Starlink demostró ser uno de los activos militares más valiosos. Sin él, muchas victorias en el Mar negro del lado ucraniano no se habrían producido, pero podrían haber sido más. Durante el transcurso de uno de esos ataques Elon Musk ordenó cortar el flujo de datos a Ucrania al enterarse de este uso militar frustrandolo.
En otro caso completamente diferente, pero quizá más peligroso un dueño de una compañía aeroespacial fue obligado a abandonar la empresa, por completo.
Max Polyakov es un hombre curioso, no se puede decir que no. Sin embargo, nadie ponía en cuestión su legitimidad al mando, más por propiedad que cualquier otro motivo y no se cree que se involucrase en la ingeniería. Pero tras salvar Firefly Space Systems y refundarla como Firefly Aerospace, logró un lanzamiento exitoso.
El cual ya ni siquiera vio como accionista mayoritario. En noviembre de 2021 recibió carta del Comité Estadounidense de Inversiones Extranjeras. En ella se le ordenaba que liquidará un 50% de su propiedad en Firefly. La razón fue la «seguridad nacional».
E incluso después de cumplir, sin miramientos, se le obligó a liquidar el resto de su control de la empresa que él mismo reflotó.
No es la primera vez que se cuestiona el liderazgo de Elon Musk en SpaceX. Lo único evidente es que nadie, ni siquiera él, es insustituible. Veremos como evolucionan los acontecimientos a medio plazo, con la disputa del despacho oval y la injerencia rusa sobre el tablero.