El auge de los mini lanzadores y micro lanzadores
Desde el lanzamiento en 2004 del primer Falcon 1 se ha vivido una auténtica revolución en el panorama espacial, de los grandes vehículos lanzadores como los Titan IV o más recientemente Atlas V o Delta IV se ha pasado a un mercado dominado por pequeños lanzadores a los cuales no les falta trabajo.
¿Qué es un mini lanzador?
Bueno, aquí ya entramos en terreno pantanoso porque nadie se ha puesto a dar una nomenclatura clara a la panoplia de cohetes con una capacidad de carga por debajo de las 2 toneladas.
En cierto momento me harté de llamar igual al PILUM español con un tamaño de 5 metros de largo y capacidad de solo 50 kg a órbita baja y al Firefly Alpha con una capacidad de 1 tonelada a la misma órbita, por esta razón propuse, con buena acogida entre quienes me leyeron esta nomenclatura:
Picolanzadores: <50kg a LEO (Siglas en ingles de orbita baja terrestre), ejemplo: Pilum.
Nanolanzadores: entre 50 y 250kg, ejemplo: Astra Rocket 3.
Microlanzadores: entre 250 kg y 1 tonelada, ejemplo: Miura 5.
Minilanzadores: 1-2 toneladas, ejemplo Firefly alpha.
Lanzadores pequeños: entre 2 y 10 toneladas, ejemplo: GSLV mk3, CZ-7, Antares.
¿Qué nos ha traído aquí?
Para todo efecto hay una causa, las leyes de la termodinámica son inmutables. En este caso el motivo que ha llevado a esta revolución espacial ha sido la miniaturización. Los avances en microelectrónica y otra serie de novedades auspiciadas por esta misma han llevado a la posibilidad de reducir enormemente el tamaño y coste de los satélites.
Esto conllevó que los grandes lanzadores estuvieran sobredimensionados para estos nuevos satélites y se buscó una solución intermedia, estos nuevos satélites se lanzarían como carga secundaria en lanzamientos que no requirieran la máxima capacidad del cohete y que fueran a órbitas similares a las que necesitarán los satélites más pequeños.
Esto ha funcionado bien o mal dependiendo de a quien preguntes:
Los constructores de grandes satélites estaban contentos, no les afectaba en nada la carga secundaria y reducían costes de lanzamiento al compartir el coste con los pequeños satélites.
Los operadores de lanzadores estaban muy contentos, tenían más beneficios y más clientes.
Los constructores de pequeños satélites estaban enfadadísimos, esta solución era horrible para ellos, pese a poder compartir el coste del lanzamiento a ellos les salía más caro el Kg a órbita (la unidad de medida habitual para analizar el coste de lanzar satélites), no podían escoger la órbita a la que volaban, si no, que sobre una órbita determinada que escogía la carga principal y para más inri tenían que esperar meses cuando no años para conseguir un hueco.
Había un problema serio. La primera solución vino a través de lo que podríamos llamar la primera generación de mini lanzadores y lanzadores pequeños, pero ante la reducción aún más de los tamaños volvimos a la misma situación que antes, los Vega, PSLV, e incluso Minotaur y Pegasus se quedaron grandes y caros.
La 2ª edad de oro de la exploración espacial
Por suerte para las pequeñas operadoras el 28 de septiembre de 2008. Aquel día SpaceX lanzó con éxito el Falcon 1. Un mundo de oportunidades se abrió y desde entonces una descomunal cantidad de empresas privadas se han hecho con un hueco en el cada día más luchado mercado de lanzadores espaciales por debajo de las 2 toneladas a LEO.
Realmente en el selecto club de empresas de cohetes ligeros que lo han logrado (o países, que también están luchando por un trozo del mercado) aún hay pocas. Únicamente Rocket Lab con su Electron, Astra con su Rocket 3 y Virgin orbit con su LauncherOne.
Northrop Grumman y una docena de empresas chinas no puntúan para esta categoría al haber usado misiles de largo alcance proporcionados por sus respectivos estados para ello.
Sin embargo, la competencia es brutal y sin cuartel, actualmente en el programa de lanzamiento de cargas tácticas de la US Space Force hay 10 empresas. Y con cohetes “grandes”, fuera de estas categorías que he mencionado en la introducción hay 2 empresas, United Launch Alliance y SpaceX, el resto de empresas han construido o están construyendo un cohete que cae en alguna de las categorías de antes
Y este contrato está abierto únicamente a empresas estadounidenses. En Europa tenemos otra media docena de empresas recibiendo fondos de la ESA (agencia espacial europea) o el DLR (la agencia espacial alemana). En la India hay varias empresas más, aunque menos avanzadas que las europeas o estadounidenses, aunque el SSLV del ISRO (agencia espacial de la India) despegará este año con capacidad de 500 kg a 500 km. En Japón también trabajan en su propio lanzador pequeño privado llamado Zero. En Corea del sur, el KARI (agencia espacial surcoreana) tiene listo para un segundo intento más adelante este año su KSLV-2.
Y mención aparte requiere China, aquí tenemos literalmente una carrera en la que distintas ciudades, si, ciudades, compiten entre sí por tener sus propios vectores de acceso al espacio, amén de empresas privadas de las cuales tenemos más de una docena que hayan alcanzado órbita gracias a la transferencia de misiles de largo alcance del estado a estas empresas para lograrlo, aunque ya trabajan en vectores propios como el Hyperbola 2 de i-Space. Y por supuesto el estado chino tiene lanzadores que cubren esta gama de capacidades.
¿Y hay mercado para todas?
Pues es una gran pregunta para la que nadie tiene una respuesta clara aún. Está claro que si no aumentan los satélites construidos muchas de estas empresas tienen los días contados teniendo en cuenta que las mega constelaciones de miles de satélites parece que van a hacer uso de lanzadores medios y pesados.
Quizá la única forma de sobrevivir sea emprender el camino que ha escogido Rocket Lab y antes que ella SpaceX, empezar por un cohete pequeño y luego ir a por un lanzador de en torno a 20 toneladas a LEO parcialmente reutilizable.
Aún así hay mercado para estos pequeños cohetes y a la vista de que incluso antes de despegar ya tienen contratos de lanzamiento firmados era necesaria esta explosión de inventiva. No todos sobrevivirán, como dicen los estadounidenses, Space is hard (“el espacio es duro”).