La basura que no se ve: cómo almacenar los residuos radiactivos

Imagen del almacén geológico profundo de Onkalo en Finlandia. Fuente: Vattenfall

Los residuos radioactivos son uno de los mayores problemas de nuestro empleo, con más ganas que conocimientos, de la energía nuclear. Mientras entran en funcionamiento los reactores de fisión de cuarta generación, algunos de los cuales son capaces de emplearlos como combustible, esta problemática persiste. Pero no solo la producción de energía es responsable de estos desechos, tanto la medicina nuclear como la investigación científica producen desperdicios radioactivos.

Astronauta Alan Bean es visto extrayendo el recipiente con material radioactivo del cuadrante dos de la etapa de descenso del módulo lunar, este sería colocado en el generador termoeléctrico de radioisótopos para suministrar energía a los demás experimentos por varios años. NASA

Soluciones permanentes

Los AGP, o almacenes geológicos profundos son de momento, la única solución a largo plazo empleada con los residuos radioactivos. El periodo de semidesintegración del uranio 235 es muy elevado, pero eso solo significa una cosa, su afección al medio es reducida. Cuanto más tarda en desaparecer un isótopo radioactivo, menos radiación emite, porque lo hace de forma muy lenta, el verdadero riesgo supone la acumulación. Al final, aunque tengas poco, si empiezas a sumar muchos pocos, se convierte en un mucho.

Los residuos radioactivos de alta actividad son aquellos que generan calor por su desintegración. En general se consideran que son los que tienen periodos de semidesintegración de menos de 30 años. Aunque para los radio generadores de isótopos, las llamadas pilas nucleares, suelen estar más cerca de los 100 años. Estos aparatos se emplean en misiones espaciales para generar calor y energía. Se emplean solo en algunas contadas sondas debido a su alto coste y la mejora en las capacidades de los paneles solares de las últimas décadas.

Imagen del proceso de llenado de una de las cámaras de almacenamiento del AGP Waste Isolation Pilot Plant en Estados Unidos. Fuente: WIPP

Encontrando el lugar donde esconder nuestros residuos

Encontrar el lugar donde establecer un AGP no es una tarea fácil. No sirven todas las rocas, tampoco sirven dentro de los lugares donde las hay todas las formaciones. Lo primero es definir que, aunque puede haber localidades habitadas en las cercanías, no deben estar inmediatamente adyacentes. La roca está para impedir la filtración de la radiación, pero debe llegar el material primero por carretera y ser procesado en superficie antes de bajarlo.

Las cámaras se sitúan a unos 500 metros por debajo de la superficie, en teoría mucho más que de sobra para impedir la filtración de radiación, dado que la de tipo gamma puede superar hasta una pared de 2 metros de roca. La tipo alfa, mucho más dañina se detiene con una hoja de papel y la beta con unos centímetros de prácticamente cualquier material, esta es menos perjudicial que la alfa pero más que la gamma.

Sin embargo, este tipo de almacenamiento tiene inconvenientes, las propiedades de las rocas, el comportamiento de la radiación y el peor peligro, el tiempo que van a seguir siendo problemáticos estos espacios. Por eso se considera que pese a ser la forma de almacenamiento a largo plazo más segura, no lo es al cien por cien. Además, los AGP tienen que tener una puerta, por lo que el sellado no es completo, aunque sí se espera que una vez se termine su uso, se cierren completamente, esto es algo que no ha ocurrido aún con ninguno.

Dentro de estas cámaras, la permeabilidad del material debe ser mínima para impedir contaminación en caso de que los contenedores donde está el fisible, fallen no se filtre. También, se seleccionan zonas donde la presencia de fallas y otras alteraciones de la roca sean las menores posibles pues eso comprometería la integridad de la roca. Aunque, se disponen refuerzos a lo largo de todas las cámaras y luego se rellenen y sellen para eliminar casi completamente el riesgo de desprendimientos.

Núcleo del reactor nuclear
Vista al interior de la piscina del reactor nuclear IAN-R1. En la parte inferior se observa el núcleo con las barras de combustible a base de uranio. Créditos: Francisco Forero/AstroAventura.

¿Es seguro?

La opinión general es que no hay nada 100% seguro. Sabemos demasiado poco sobre el tratamiento a largo plazo de estos residuos que serán tóxicos durante millones de años y que hemos generado solo durante menos de 100 años.

Uno de los mayores riesgos es que el conocimiento sobre estos lugares se pierda con el paso de los siglos y que se reabran accidentalmente, quizá como trabajo arqueológico dentro de unos miles de años. Su exposición a la población general sería probablemente mínima, pero no para los exploradores. Por eso se trabaja en formas de cerrar permanentemente los almacenes geológicos profundos, más allá de solo cerrando la puerta. Se estudia esconder las entradas o crear leyendas a su alrededor de transmisión oral. Incluso la construcción de elementos arquitectónicos diseñados para infundir el miedo a quienes se acercasen.

De momento los AGP en funcionamiento en el mundo no presentan nada de esto, su acceso está vigilado y restringido. Aún no se ha clausurado ninguno ya que el número de ellos es bastante limitado y se aprovechan al máximo sus capacidades. Por eso, la mayor parte de los residuos radioactivos del mundo están guardados no en almacenes geológicos profundos, si no, en piscinas y contenedores secos dentro de centrales nucleares o almacenes temporales.

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