El Telescopio Espacial James Webb ofrece la posibilidad de redescubrir zonas previamente observadas, pero ofreciendo una nueva perspectiva al capturar longitudes en el infrarrojo. Una de las primeras imágenes científicas que se compartieron al público fue la de la estructura conocida como Nebulosa de la Quilla o Carina Nebula. Desde que fue liberada, los científicos han estado analizando los datos y han encontrado interesantes fenómenos ocultos tras el gas y polvo.
La Nebulosa de Carina o NGC 3324 es una gran nube oscura de polvo y gas que se encuentra alrededor de 8 500 años luz de la Tierra. En esta se ha observado gran cantidad de procesos de formación estelar, donde aparecen estrellas de tipo O y algunas de tipo Wolf-Rayet. Es una gran estructura que se puede encontrar en el hemisferio sur de la bóveda celeste, de la cual James Webb nos ofreció un vistazo con increíble resolución de la zona conocida como acantilados cósmicos o Cosmic Cliffs.
Al pasar por un análisis mucho más detallado e intensivo, se han encontrado docenas de jets y flujos de hidrógeno proveniente de estrellas previamente ocultas. El estudio consistió en buscar ciertos patrones en longitudes de onda específicas del instrumento Cámara de Infrarrojo Cercano. Tal que se puedan seguir las estructuras formadas a partir de las estrellas jóvenes que no son observables en luz visible o ultravioleta.
Al observar en el rango de los 1.7 micrones se encontraron grandes flujos de hidrógeno molecular eyectado desde las cercanías de las estrellas más jóvenes. La cuenta de estos se encuentra actualmente en dos docenas. Este gas es uno de los principales ingredientes para la formación de estrellas, aunque expulsan parte de este en las primeras etapas de su vida. A su vez, los jets a gran velocidad modifican y ionizan las nubes aledañas. Donde la rapidez a la cual se mueven se reconstruyó comparando con datos de archivo tomados por Hubble hace 16 años.
También se encontraron una serie de objetos análogos a fuentes o behemots burbujeantes que alcanzan a extenderse años luz desde las estrellas en formación. Las cuales se cree se estabilicen en masas semejantes a las de nuestro Sol. Esta clase de observaciones eran solamente posibles a distancias relativamente cercanas, pero gracias a Webb y su resolución y calidad sin precedentes, tenemos la capacidad de analizar estos fenómenos a mayores distancias.
La gran mayoría de procesos en el universo ocurren a escalas temporales de miles, cientos o hasta miles de millones de años, lo que dificulta increíblemente estudiar su evolución, por ejemplo, la vida de las estrellas. Peo existe una alternativa a tratar de seguir toda la vida de una de ellas, y es la de identificar y caracterizar muchas en diferentes etapas. Nuestros modelos actuales se basan en cuantas detecciones podemos hacer en estrellas jóvenes y viejas, y Webb está dando grandes aportes para perfeccionar el mecanismo por el cual entendemos el universo y como este aprovecha los recursos disponibles.
Esta entrada fue modificada por última vez en 15/12/2022 21:05
Jefe de sección Cosmos. Especialista del programa lunar Apollo, mecánica celeste e impresión 3D. Universidad Nacional de Colombia.