El éxito del Ariane 6: un obsoleto futuro para Europa

Tras una década de tumultuoso desarrollo, acabamos de asistir al despegue inaugural del Ariane 6. «El futuro de Europa en el espacio» han decidido llamarlo las fuentes institucionales. Pero que baje Elon Musk y lo vea, si esto es el futuro, el pasado debieron ser dos poleas y cuatro monjes rezando. Aun así, debo retractarme, afirmé, con demasiada rotundidad que el Ariane 6 tenía mucho riesgo de fracaso en este primer vuelo, y no cumplió mi expectativa.

Despegue del Ariane 6: ESA

Profundicemos en el error

Importancia a lo importante, me equivoqué, quizá cegado por mi experiencia asertiva en aquello que sale de París. No por franceses, si no por un nefasto uso y control del monopolio del sistema de lanzamiento de cohetes medianos y pesados en Europa.
No solo Arianespace ha recibido mis críticas, también he sido muy duros con Avio, la empresa italiana encargada de los Vega. Mencionados estos, reseñar que después de destruir la última etapa superior del Vega original, aparentemente vuelve a estar en el calendario dicho despegue para alegría general.

Pero volvamos a mi error. Señalé, en público, en mi previa del lanzamiento del Ariane 6, el alto riesgo de fracaso. Y de forma interna, comuniqué mi opinión al resto de la redacción, el resultado más probable, que ese cohete no iría sino al océano Atlántico, con una rotundidad y una seguridad que vista en retrospectiva, estaban fuera de lugar. Y honestamente, reconozco este error. Meditando, no mentí, el riesgo de fallo en un vuelo inaugural es altísimo en la serie histórica, y no tan antigua. El H3, el último cohete proveniente del país del Sol naciente, fracasó en su primer vuelo. El CZ-5, el último gran cohete con origen en China, fracasó al segundo lanzamiento por un fallo de las turbobombas. Y el Vega C, en su primer vuelo operativo, protagonizó semanas de actualidad antes reproches cruzados por todo el viejo continente tras su fracaso.

Vega-C esperando su vuelo inaugural en la misión VV-21. Fuente: ESA

Y cito estos errores, por no mentar la infinidad de ellos protagonizados por las innumerables start ups que han aparecido en todo el mundo con cohetes orbitales debajo del brazo. Un hecho absolutamente portentoso, pero no exento de problemas y fallos. A izquierda y derecha del meridiano de Greenwich encontramos explosiones, órbitas falladas, y segundas etapas que no se encienden.

Cohete Electron. Crédito: Rocket Lab

La labor de comunicar

Se supone que un periodista es independiente, imparcial y tiene conocimientos del tema que trata. Pero lo siento, como humano que soy, tengo sesgos, reconozco no ser tan imparcial como sé que debería ser, aunque sí creo haber sido justo.
No creo que nadie que lea mis reportajes de forma frecuente se extrañe de que Arianespace no se encuentre entre mis actores favoritos. También soy consciente de que mi admiración hacia Tory Bruno, CEO de United Launch Alliance ha podido trascender la pantalla y contaminar artículos. Afortunadamente, por algo existen las ediciones, para rectificar este tipo de equivocaciones antes de que lleguen al lector. Quizá también he sido demasiado benigno con Rocket Lab, los neozelandeses encargados del Electron y próximamente del Neutron.

Aun así, el tiempo suficiente, acabó dándome en cierta forma la razón, el Ariane 6 no cumplió por entero su misión.

Imagen de la tobera de la APU de un Airbus A320 situada en el centro de la parte trasera del fuselaje central del avión. Imagen propia.

La APU, o la tecnología que lleva con nosotros desde 1916

Las Unidades de Potencia Auxiliar (o APU por sus siglas en inglés) son básicamente pequeños motores. Su uso, como se lee en la cabecera del párrafo, no es novedoso. Tienen una función principalmente, sustituir al motor principal en funciones auxiliares como generación eléctrica cuando el primero está apagado.

¿Por qué? Para ahorrar combustible, el principal, pero también por ahorrar uso de motor. También permiten otras funciones, por ejemplo, en un avión, permiten el arranque de motores sin equipo externo dedicado, ideal para aeropuertos modestos, o, en el aire.

Pongamos un caso más habitual de lo que suena, en un A320 que vuela de forma rutinaria, se apaga un motor por exceso de temperatura. Sin APU, ese avión debería aterrizar en el aeropuerto más cercano, por seguridad. Sin embargo, gracias a este aparato los pilotos pueden reencenderlo una vez reduzca su temperatura sin moverse de la cabina y estando en el aire.

Así pues, cualquiera diría que son tecnología bien conocida y segura, pero aparentemente no. No volvamos a equivocarnos Martín, su inclusión en cohetes es muy novedosa.
Los cambios en los últimos 15 años en cohetería son grandes, materiales compuestos, impresión 3D, reutilización. Y pequeños (para el gran público) nuevos ciclos de combustión hasta ahora sólo teóricos, mejoras en los sistemas electrónicos, mejoras en los sistemas de navegación, guiado y control, y también las Unidades de Potencia Auxiliar.

Imágen del DLR del motor Vinci. Uno de los más eficientes jamás creados.

En las segundas etapas esta inclusión permite reencendidos muchas horas después del anterior, lo que permite cumplir con misiones que anteriormente habrían requerido o cohetes más grandes o directamente dos misiones. Es un importante avance especialmente en lanzadores ya de cierta capacidad como este Ariane 6. Además, es necesario en todos los cohetes europeos porque deben desorbitar todas sus segundas etapas.

Europa ha sido la primera potencia en poner voto a la basura espacial con esta solución, que de otra forma varios actores notables ya la llevaban a cabo de motu propio. Pero no siempre, ahora la legislación obliga a todos los cohetes del continente a hacerlo en todos los casos. Con la evidente excepción de aquellas trayectorias que lleven la carga más allá de nuestra órbita.

Y en este lanzamiento inaugural, esta APU fracasó. A la hora de realizar el último encendido para caer sobre el océano Pacífico, el sistema no encendió el motor, y ya nunca lo hará por la información disponible. Abandonada en una órbita de 700×700 kilómetros de altura, a esa cota tardará más de un siglo en regresar. Aunque también se convierte en un blanco potencial de misiones de retirada de escombros como las que se planean para despegar en los próximos años. Recalcar que con la etapa, tres experimentos de reentrada que permacian acoplados tampoco podrán cumplir su misión. Pese a esto, según la mayoría de expertos, se coincide en que el vuelo ha sido un éxito, me quedo como nota final con el porcentaje calculado por formula por Jonatan McDowell, un 85% de éxito.

Martín Morala Andrés