Los autores también midieron la relación de dos isótopos del carbono, en concreto 12C/13C del hielo del CO2, y con el valor obtenido (83) y otras observaciones “interpretamos que el carbono procede del interior de Europa”. Sin embargo, no pudieron distinguir si su fuente es abiótica (por procesos geológicos, por ejemplo) o biogénica, es decir, producida por alguna posible forma de vida.
En busca de los penachos
Además, buscaron plumas o penachos de material volátil que atravesaran la corteza helada de la Luna. Aunque en estudios previos se habían encontrado indicios de estas características, los autores no los encontraron durante las observaciones del Webb: “En la búsqueda de penachos no se detectó agua, monóxido de carbono, metanol, etanol ni emisiones fluorescentes de metano”.
Los investigadores argumentan que la actividad de estas emanaciones de material en Europa pudiera ser infrecuente, o bien que a veces no contengan los gases volátiles que incluyeron en sus búsquedas con el telescopio espacial.
Carbono en el océano lunar
En cualquier caso, los resultados de ambos estudios se complementan y refuerzan la conclusión de que el océano subsuperficial de Europa contiene abundante carbono.
“En la Tierra, a la vida le gusta la diversidad química: cuanta más diversidad, mejor. Somos vida basada en el carbono. Entender la química del océano de Europa nos ayudará a determinar si es hostil a la vida tal como la conocemos o si podría ser un buen lugar para ella”, apunta Villanueva.
Por su parte, Trumbo añade: “Ahora creemos que tenemos pruebas observacionales de que el carbono que vemos en su superficie procede del océano. No es algo trivial. El carbono es un elemento biológicamente esencial”.
La NASA tiene previsto lanzar en octubre de 2024 su nave espacial Europa Clipper, que realizará docenas de sobrevuelos cercanos a esta luna de Júpiter para seguir investigando si pudiera tener condiciones adecuadas para la vida.