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La Luna, a lo largo de toda la historia de toda la humanidad, ha alimentado mitos, leyendas, poemas y preguntas. Impulsados por esta apreciación hacia el único satélite natural de la Tierra, en 1959, la hoy extinta Unión Soviética, lanzó la sonda Luna 1. Este evento quedaría en la historia como el primer paso de varios programas espaciales con el objetivo de descubrir y entender la Luna. Sin embargo, cada respuesta trae consigo más preguntas, una de las más grandes es la considerable diferencia entre el lado visible y el oculto.
A lo largo del ciclo lunar, cuyo periodo es de aproximadamente 29 días, el ángulo con el cual el Sol ilumina la Luna va cambiando. A lo largo de las fases, el terminador y las regiones próximas a este proyectan extensas sombras de los bordes de los cráteres y las cadenas montañosas, permitiendo a un observador desde la Tierra con binoculares o telescopio descubrir la intrincada topología de otro mundo.
Sin embargo, muchas veces se ignoran ciertos detalles. El principal es la aparente falta de rotación de la Luna a lo largo de los días o los meses. Las fases y el aparente cambio de la Luna a lo largo del mes pueden confundir y hacer olvidar como siempre se ven los mismos rasgos, aquellos cráteres, extensos mares y montañas en una cara del satélite.
La Luna es un caso particular, su masa es tan grande que hay veces en las que con la Tierra con consideradas un sistema binario. Si bien el centro de masas se encuentra dentro del planeta, hay un considerable aporte que no puede ser ignorado. A su vez, esta atracción gravitacional mutua provoca un efecto conocido como acoplamiento de marea, donde la gravedad de la Tierra afecta la rotación de la Luna, tal que esta siempre muestre una misma cara hacia el planeta.
La idea errónea de que la Luna no rota es altamente difundida, aunque en realidad sí lo hace, pero a la velocidad justa para coincidir con su periodo orbital. Cabe mencionar el movimiento de libración, donde el acoplamiento de marea no es totalmente efectivo, sino que el satélite aparenta un tambaleo a lo largo de varios días.
Los antiguos astrónomos cautivados por la belleza de la Luna notaron este fenómeno y soñaban con ver el otro lado, aquel que nunca puede ser visto desde la Tierra. Tal es el caso que es necesario viajar hasta ella para poder conocer el llamado lado oculto y que no debe confundirse con el lado oscuro.
No sería hasta 1959, con el lanzamiento de la sonda Luna 3, que con el uso de dos cámaras, la humanidad pudo observar por primera vez el lado oculto de la Luna. Si bien en ese momento la resolución no permitía discernir detalles finos como cráteres o cadenas montañosas, mostraba por primera vez la gran diferencia entre ambos hemisferios, donde la principal diferencia es la ausencia de mares lunares, aquellas regiones más oscuras que resaltan en el lado visible.
Posteriores sondas y misiones tripuladas crearían imágenes en mejor calidad, resolución y color de esas regiones inexploradas. Sondas como LRO, Kaguya, Chang’e 2 o Chandrayaan-2 han creado extensos mapas detallados de todo el globo lunar. Haría falta esperar 70 años, hasta 2019, para que una sonda aterrice en el lado oculto.
Mientras el lado visible muestra a la Tierra extensos mares, regiones oscuras relativamente planas, el lado oculto cuenta casi en su totalidad con extensas regiones irregulares llenas de cráteres y prominentes cadenas de montañas. El origen de esta gran asimetría sigue sin ser conocida, no obstante, existen varias propuestas que podrían explicarla.
El consenso actual sobre la formación de la Luna menciona que esta fue creada a partir de los restos de una colisión entre un planeta cuyo tamaño se asemeja al de Marte y la Tierra. Los fragmentos expulsados se agruparían gravitacionalmente para crear el satélite, aunque originalmente orbitaría sería mucho menor y el proceso de acople de marea sería más rápido. Este mismo sería el responsable de alterar la temperatura entre ambos hemisferios, tal que el oculto podría enfriarse más rápido, donde la distribución de ciertos elementos sería asimétrica. Con el tiempo esa diferencia daría paso a cambios en compuestos químicos cuya respuesta a impactos de meteoritos no facilitaría la aparición de los mares.
Más específicamente, el aluminio y el calcio juegan un papel importante. Esta asimetría depositaría gran cantidad de estos elementos en el lado oculto, que en combinación con silicatos del manto lunar crearían una corteza más densa y gruesa que en el hemisferio contrario. Grandes impactos derretirían la delgada corteza del lado visible, creando extensos lagos de lava que al enfriarse origina los mares. Contrario al lado oculto, donde el mayor grosor dificulta el proceso.
Una característica de gran interés es la conocida como cuenca Aitken del Polo Sur; o cuenca SPA. Es una extensa región que corresponde a un cráter de impacto de aproximadamente 2500 kilómetros de diámetro cuya formación ocurrió entre 4200 o 4300 millones de años en el pasado. Recibe su nombre gracias al cráter Aitken, en el límite norte, y el polo sur, en el límite sur de la cuenca.
El aspecto más interesante de esta región es que corresponde a la zona más profunda de la Luna. Un asteroide con un tamaño estimado de 200 kilómetros creó el gran cráter de impacto que arrasó con gran parte de la corteza de la zona. De esta forma, la cuenca alcanza profundidades de hasta nueve kilómetros por debajo del radio lunar medio y potencialmente exponiendo el manto al espacio.
Por este motivo, China ha enfocado varias misiones robóticas a esta región. Tal es el caso de Chang’e 4 y Yutu-2 en el cráter Von Kármán, y la más reciente Chang’e 6. Esta última aterrizó en junio de 2024 en la cuenca Apollo, al sur del cráter Chaffee.
Cabe resaltar que, debido a la imposibilidad de ver el lado oculto de la Luna desde la Tierra, también hay un bloqueo total para las comunicaciones entre estaciones terrestres y sondas en esta zona. Como solución se emplea un satélite en órbita que rebota la señal entre ambas.
Mientras Yutu-2 es un rover que únicamente puede realizar mediciones en el lugar, Chang’e 6 recolectó casi 2 kilogramos de regolito del lado oculto de la Luna. En los próximos meses y años están muestras serán estudiadas por distintas instituciones. Debido a la región en que fueron recolectadas, se espera poder conocer más sobre el satélite natural, entender mejor su composición, naturaleza e historia, y además, redescubrir a la Tierra.
Además, similar a las muestras traídas por las sondas Luna y Chang’e 5 o las misiones Apolo, se podrá conocer mejor el potencial de recursos que oculta la Luna para ser extraídos y aprovechados en futuros asentamientos. Entre estos se encuentra la gran riqueza de elemento como aluminio o titanio, y la detección de agua y helio.
Mientras tanto, el lado oculto de la Luna sigue siendo un lugar altamente inexplorado. Aunque se tienen posibles procesos para la gran diferencia que tiene con el lado visible, no hay ninguna explicación a ciencia cierta. Las muestras de Chang’e 6 pueden responder algunas preguntas, a la par de crear muchas más.