El viento solar, en su interacción con los campos magnéticos y atmósferas de los distintos planetas del sistema solar, genera llamativas auroras en todos los rangos del espectro electromagnético. Un grupo de astrónomos, con ayuda de los sensibles instrumentos de James Webb, encontró una peculiaridad en una enana marrón. La cual muestra fuertes evidencias de contar con auroras, aunque su origen es desconocido.
Candidato cuasiestelar
Las enanas marrones son un punto intermedio entre los planetas gigantes gaseosos y las estrellas, donde la masa no es suficiente para mantener la fusión en el núcleo, pero con la suficiente para en etapas tempranas de su vida haber consumido deuterio. En una ronda de observación de James Webb de doce de estos objetos, dos de ellos resaltaron por ser relativamente parecidos.
W2220 y W1935 tienen brillo, temperatura y líneas espectrales similares. Ambas muestran la presencia de agua, amonio, monóxido y dióxido de carbono. Sin embargo, hay una sutil, pero significativa diferencia, mientras en la primera el metano absorbe luz, como era de esperarse, en la segunda este compuesto la emite.
El trabajo liderado por Jackie Faherty estudió en profundidad las posibles causas del fenómeno. La propuesta más factible es que esto se deba a la aparición de auroras en la enana marrón. Sin embargo, se desconoce el mecanismo de formación en este escenario, dado que no hay alguna estrella cercana que alimente con partículas cargadas la atmósfera de W1935.
Otro mecanismo conocido, en el caso de Júpiter y Saturno, es la presencia de una luna que eyecte material y sea acelerado por campos magnéticos. Pero es necesario mayor estudio para determinar tanto la verdadera naturaleza de las auroras como su origen.