La historia del Proton se remonta a hace bastantes décadas ya. Cuando la URSS buscaba deshacerse de sus misiles balísticos intercontinentales de combustibles líquidos criogénicos. Igual que Estados Unidos, pasó por los altamente tóxicos propelentes hipergólicos.
Posteriormente, estos dieron el salto a los cohetes espaciales. Incluso hubo varias propuestas dentro del programa espacial soviético que incluían a cohetes propulsados, parcialmente al menos, con estos combustibles para llegar a la Luna.
De hecho, en parte, estos planes son uno de los motivos que provocaron que la URSS ni siquiera estuviera cerca de realizar un alunizaje tripulado. Aunque aún así intentaron falsificar uno con poco éxito, en realidad.
El Proton, ha sido un lanzador consistente a lo largo de todo este tiempo, pero todo tiene su final, especialmente cuando empleas un combustible que provoca cáncer y es altamente tóxico para todo el medio ambiente. Y pese a que el impacto global en emisiones de CO2 de la industria aeroespacial sea bastante limitado, no lo es su impacto medioambiental general. Es un problema que no atrae demasiados titulares, aunque sí suscita muchas preguntas entre la población. El problema es que es muy complicado medir el daño que provoca un cohete que contamina durante todo su ascenso a través de capas altas de la atmósfera.
Así que, tras la caída de la Unión Soviética, aunque con algunos planes poco antes de su colapso también, se empezó a trabajar en su sustituto. Sobre todo, después de que Kazajistán prohibiera con un cierto margen de tiempo el uso de estos peligrosos combustibles. Esto ponía en una situación muy delicada a Rusia porque su principal cosmódromo está situado en dicho país. Y aunque su principal vehículo de lanzamiento sea el Soyuz, este es un cohete relativamente poco útil con una capacidad a órbita baja de solo 7 toneladas, algo más si se emplea la etapa superior Fregat.
Esto es insuficiente para la mayoría de satélites situados en órbitas más elevadas, por eso existe el Proton, con una capacidad de más de 20 toneladas a órbita baja.
De hecho, en la actualidad, el Proton-M, la actual iteración es capaz de elevar a órbita de transferencia geoestacionaria la misma cantidad de carga que el actual Soyuz lanza a órbita baja.
En este punto esto casi no parece una editorial. Hemos explicado algunas de las deficiencias del Proton, pero no hay ningún cohete perfecto. ¿O quizá sí?
Desde luego hay uno que se aproxima mucho, y sin salir del programa espacial ruso. El Angara 5 es un cohete con una capacidad de 25 toneladas a órbita baja y 5,5 a órbita de transferencia geoestacionaria. Con distintas mejoras se espera que llegue a las 7 toneladas a la misma órbita. Casualmente, el mismo rango que ocupa el Proton, pero este cohete cuenta con algunas mejoras sustanciales.
La mayor prescinde de los cohetes hipergólicos, emplea kerolox (queroseno y oxígeno líquido) e hidrolox (hidrógeno y oxígeno líquido) que son mucho menos peligrosos para humanos y naturaleza y cuentan con mejor rendimiento. Además, gracias a la solución de diseño basado en bloques idénticos se puede conformar una familia que abarque distintas gamas de lanzamiento a un menor coste para todos los cohetes.
Y una apuesta decidida por la reutilización con varios ingeniosos proyectos de recuperación que incluyen desde el básico paracaídas, hasta complejos sistemas de alas retráctiles que permitirían a las etapas regresar planeando como aviones a tierra.
Es un plan maravilloso. Aunque cualquier observador externo diría que este cohete se trata de otro ejercicio de Power Point de la agencia rusa, como nos suele acostumbrar en los últimos años, pero de hecho no.
Pues el sustituto del Proton, el Angara 5, lleva funcionando desde 2014. Un completo absurdo para el cual somos incapaces de encontrar ningún tipo de respuesta.
Esta entrada fue modificada por última vez en 05/02/2023 12:07