El telescopio espacial James Webb es el más poderoso de su tipo. Permite observar gran cantidad de objetos y fenómenos en el cosmos con gran calidad y sensibilidad. Cuenta con un espejo primario recubierto en una fina capa de oro para reflejar al máximo la luz infrarroja. Durante más de un año ha ayudado a redescubrir el universo, pero también sirve para conocer mejor nuestro sistema solar. Observando los planetas y algunas de sus lunas.
Un lugar privilegiado
James Webb se encuentra en el llamado punto de Lagrange 2, un lugar donde la atracción gravitacional del Sol y la Tierra se equilibran con la fuerza centrípeta, permitiendo a un satélite mantener comunicación constante y evitar contaminación lumínica por parte del planeta o de la Luna. Además, de evitar el calor del Sol sobre sus delicados instrumentos
Este es el principal motivo por el que no puede capturar imágenes de la Tierra, la Luna, Venus, Mercurio y el Sol. A pesar de sacrificar parte de los objetos del sistema solar, todavía tiene la capacidad de observar Marte y los planetas gigantes, asteroides, cometas y casi todo el universo.
Júpiter: el más grande de los gigantes
Durante la puesta en marcha, se compararon diferentes objetivos para conocer correctamente las capacidades reales del telescopio. Uno de estos fue el planeta Júpiter, el de mayor tamaño y masa del sistema solar.
En la imagen es posible ver no únicamente a Júpiter, sino también sus anillos y algunas de sus lunas, incluida Europa, capaz de reflejar gran cantidad de luz infrarroja gracias al hielo en su superficie. En infrarrojo se muestra la maravillosa dinámica de su atmósfera.
Marte: el planeta rojo
Debido a su cercanía al Sol y a la Tierra, Marte es uno de los objetos más brillantes del cielo que Webb puede observar. Lo cual supuso ciertos retos, dado que el observatorio fue diseñado para capturar la débil luz de estrellas y galaxias lejanas. De no ser por ciertas técnicas, todas las imágenes obtenidas estarían saturadas y no tendría valor científico.
Neptuno: el último planeta del sistema solar
Gracias a su lejanía, recibe muy poco calor por parte del Sol y en general tiene poco brillo, haciendo que su observación sea bastante compleja. En la imagen conseguida por James Webb, Neptuno muestra sus anillos y la curiosa dinámica de su atmósfera. Sin embargo, Tritón opaca al planeta, esto es debido a la gran capacidad del hielo en reflejar casi la totalidad de la luz infrarroja incidente, llegando incluso a saturar los sensores.
Urano: un gigante helado
El penúltimo de los planetas fue Urano, con su característica inclinación respecto al plano orbital, dando la apariencia de estar de lado. James Webb logró, al igual que con Júpiter y Neptuno, capturar los anillos y las separaciones entre ellos. En la atmósfera del planeta destaca el color azul pálido y una gran mancha blanca en el polo norte. Así como dos tormentas de menor de tamaño, pero gran brillo.
Saturno: el planeta anillado
El último planeta capturado fue uno de los más esperados. Saturno es reconocido por sus llamativos anillos con un diámetro exterior semejante a la separación entre la Tierra y la Luna. En el infrarrojo muestra su atmósfera con una tonalidad oscura, evidenciando la poca capacidad de los elementos allí presentes de reflejar la luz. Además, no siguen los típicos patrones de divisiones por latitud característicos de las imágenes en visible y ultravioleta.
Titán y Encelado
Junto con Saturno, James Webb estudió a detalle dos de sus lunas. Titán es el único cuerpo fuera de la Tierra donde se han observado directamente océanos superficiales, aunque en su caso están compuestos por hidrocarburos. Por otro lado, Encelado es el objeto más brillante del sistema solar, esto gracias a una uniforme y clara corteza de hielo, capaz de reflejar casi toda la luz que recibe. Hay fuertes evidencias de un enorme océano de agua salada en su interior.