Este episodio que regala la naturaleza genera partículas que pueden ser nocivas e incluso mortales para la salud
No es un truco de magia ni un ‘boomerang’ de Instagram. Se trata de un efecto óptico que se produce al juntar lava y agua, y que nos deja la sensación de estar ante una cascada invertida. Normalmente, solemos ver cataratas que vierten al mar, pero en las imágenes que viajan por las redes sociales de este curioso fenómeno parece que es el agua la que escala por las montañas hasta alcanzar el acantilado.
¿Cómo se produce este fenómeno?
La incógnita se resuelve a partir de la teoría del ciclo hidrológico del agua. En este caso, la lava, al entrar en contacto con el mar, da lugar a su evaporación. Esta transformación se produce cuando las moléculas en estado líquido se hacen gaseosas de manera espontánea, siempre y cuando sea a más de 100ºC. Según calculan los científicos, la lava suele alcanzar cifras superiores a los 850ºC.
Un fenómeno peligroso
La misma estampa se repite más o menos frecuentemente en zonas volcánicas de Hawaii. El archipiélago de las cascadas y acantilados suele experimentar este fenómeno e incluso lo ha bautizado como ‘Lava fire hose’, que podríamos traducir como la manguera de lava candente. Pero no todo es lo que parece. A pesar de asemejarse a una auténtica escena de ciencia ficción, se ha demostrado que este episodio supone un peligro para la salud, según explica explica el Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés) al USA Today.
Los profesionales de este ámbito entienden que cuando el flujo de agua caliente golpea el mar produce vapores ácidos conocidos como «bruma» que pueden ser nocivos. Afirman que este vapor está compuesto por partículas volcánicas que han sufrido un proceso de cristalización y que se conjugan con ácido clorhídrico gaseoso, bastante tóxico. Los efectos más preocupantes son la irritación en la piel, en los ojos y los pulmones, además de suponer una gran problemática para aquellos que tienen asma, ya que estas partículas corrosivas circulan por el aire, explicó Jessica Johnson, geofísica de la Universidad de East Anglia en el Reino Unido, al medio citado.