Cómo la vida ha vuelto a resurgir de forma sorprendente en una isla sepultada por fuego y lava

Hace doce años, una erupción volcánica arrasó casi por completo la vida en Nishinoshima, una pequeña isla situada a unos 1 000 kilómetros al sur de Tokio. Desde los años 70, este remoto territorio del Pacífico ha registrado varias erupciones, pero la más transformadora comenzó en noviembre de 2013, cuando la lava brotó de un respiradero submarino cercano.

El flujo de roca fundida no solo creó una nueva porción de tierra, sino que acabó cubriendo y engullendo la isla original. Bajo el fuego y las cenizas, prácticamente toda la fauna desapareció. Aun así, contra todo pronóstico, la vegetación logró regresar sin ayuda humana.

El regreso del verdor

En 2019, un equipo de la Universidad Metropolitana de Tokio logró recolectar muestras de verdolaga común (Portulaca oleracea) antes de que una nueva erupción borrara otra vez el paisaje. En un estudio reciente, los investigadores analizaron el ADN de estas plantas para comprender cómo lograron recolonizar un terreno que parecía condenado a la esterilidad.

Los resultados mostraron que las plantas de Nishinoshima estaban estrechamente emparentadas con las de la cercana Chichijima, otra isla volcánica. Sin embargo, no eran idénticas: presentaban una notable reducción en su diversidad genética.

Este fenómeno se conoce como efecto fundador. Ocurre cuando una nueva población surge a partir de un número muy reducido de individuos, en este caso unas pocas semillas, que dan lugar a toda una nueva generación. Con ello, la isla quemada se convirtió en el escenario de una especie de experimento natural de recolonización.

La gran incógnita es cómo llegaron esas semillas a Nishinoshima. Son diminutas, apenas mayores que una semilla de amapola, con forma de disco, ligeras y flotantes. Están perfectamente adaptadas para viajar largas distancias: pueden desplazarse en corrientes oceánicas, volar con el viento o ser transportadas en el estómago de un ave.

La isla volcánica de Nishinoshima sigue emitiendo gases y vapores mientras la lava continúa expandiendo su superficie. Crédito: Japan Coast Guard.

Un futuro incierto

La historia de Nishinoshima demuestra la resiliencia de la vida. Sin embargo, el porvenir de este ecosistema renacido es incierto. Las erupciones siguen moldeando la isla, y lo que hoy prospera podría desaparecer mañana bajo nuevas coladas de lava.

El estudio, publicado en la revista Plant Systematics and Evolution, ofrece una ventana única a cómo la naturaleza logra rehacerse tras la destrucción total, aunque en un terreno tan inestable como Nishinoshima, el equilibrio siempre pende de un hilo.

astroaventura

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