El Hubble y el James Webb extienden aquella idea del siglo XVIII de que es la vista nuestro principal sentido para explorar el mundo y el universo. ¿Por qué cree que no pensamos en el cosmos en términos olfativos, sonoros, táctiles, gustativos?
Hay algunos proyectos que grabaron los sonidos de los vientos en la superficie de Marte o en Saturno, pero estas iniciativas no capturan la imaginación como las imágenes. A diferencias de otras disciplinas que priorizan más el tacto, el olfato o la audición, la astronomía se trata del placer de mirar.
En el trabajo de recolectar fotones hay un intento de comprender el cosmos, entenderlo como un sistema ordenado y armonioso. Es posible que los astrónomos no siempre sean conscientes de lo profundamente que las imágenes dan forma a su pensamiento. Pero tienen una influencia ineludible en cómo imaginan el cosmos.
Además de ser concebidos como “máquinas del tiempo”, dado que son capaces de analizar cómo era el universo hace millones de años, ¿los telescopios pueden ser vistos también como “máquinas filosóficas”?
Nos pueden hacer sentir pequeños, que no somos nada. Pero al mismo tiempo nos recuerdan que somos una especie capaz de construir una máquina como el telescopio James Webb, así como de ver más allá de nuestros límites.
Carl Sagan nos lo recordó cuando logró que la sonda Voyager 1 mirase en 1990 hacia atrás y tomara una imagen de la Tierra como aquel punto azul pálido en un océano de oscuridad: en ese punto ha vivido toda la gente que conocemos.