La Luna tiene raíces compartidas: nuevos datos demuestran que Theia fue vecina de la Tierra

La colisión que dio origen a la Luna ha sido, desde hace décadas, uno de los episodios más influyentes en la evolución temprana de nuestro planeta. Hace aproximadamente 4.5 mil millones de años, un cuerpo del tamaño de Marte, conocido como Theia, impactó contra la Tierra primitiva y generó un océano de escombros del que emergió nuestro satélite. Durante años, los modelos han planteado hipótesis diversas sobre la composición de este cuerpo, su tamaño o el lugar exacto de donde procedía. Un estudio reciente liderado por el Max Planck Institute for Solar System Research y la Universidad de Chicago, publicado en Science, ofrece una pieza fundamental para aclarar esa incógnita: todo indica que Theia y la Tierra se formaron en la misma región interna del Sistema Solar, compartiendo un entorno orbital común antes del choque.

Última actualización de la visibilidad de la Luna Llena. Foto: NASA

Las firmas isotópicas como memoria del origen

El equipo estudió con precisión excepcional los isótopos metálicos presentes en rocas terrestres y muestras lunares de las misiones Apolo. Los isótopos, que solo se diferencian en su número de neutrones, funcionan como indicadores de la zona exacta donde se formaron los materiales originales. En el Sistema Solar temprano, cada región presentaba distribuciones isotópicas ligeramente distintas, de modo que su presencia actual en un planeta conserva el rastro de su lugar de origen. Las proporciones medidas en hierro, cromo, molibdeno y zirconio resultaron indistinguibles entre la Tierra y la Luna, reforzando la idea de que ambos cuerpos comparten fuente material desde su formación más profunda.

Un ejercicio de ingeniería inversa planetaria

Con esos datos, los investigadores desarrollaron un modelo de reconstrucción inversa que permite explorar escenarios compatibles entre la composición inicial de la Tierra, la composición plausible de Theia y el estado final tras el impacto. Este enfoque no se limita a comparar muestras, sino que rastrea qué combinaciones de tamaño, origen y mezcla podrían haber producido exactamente la firma isotópica que hoy observamos. El análisis revela que la explicación más sólida es aquella en la que tanto la Tierra primitiva como Theia se formaron a partir de materiales procedentes del Sistema Solar interno, en un entorno compartido que favoreció la similitud química.

Meteoritos como mapa del vecindario solar

Los científicos compararon sus modelos con meteoritos que representan distintas zonas de la nebulosa solar, auténticos archivos minerales del proceso de formación planetaria. Los resultados indican que la Tierra puede explicarse como mezcla de materiales equivalentes a meteoritos ya conocidos, mientras que Theia requeriría un componente adicional, ligeramente distinto y originado en una región aún más cercana al Sol que la propia Tierra. Esa procedencia interna refuerza la idea de que Theia orbitaba en una franja muy próxima a la nuestra, lo que facilitó un encuentro que terminó alterando por completo la evolución de ambos cuerpos.

Una Luna nacida de dos mundos hermanos

El estudio muestra que este impacto fue, en esencia, la culminación de una historia compartida. Tanto si la Luna está compuesta mayoritariamente por material de Theia como si surgió de la fusión entre los dos cuerpos, su identidad isotópica refleja un vínculo profundo y estable. Tal como resume Timo Hopp, autor principal del trabajo, “la interpretación más coherente es que los componentes esenciales de la Tierra y Theia se originaron en el Sistema Solar interno; ambos cuerpos fueron auténticos vecinos”. Esta visión sitúa la colisión en un contexto más amplio: un sistema temprano marcado por migraciones continuas, choques frecuentes y un intercambio constante de materiales que moldeó la arquitectura que conocemos hoy.

astroaventura

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *