El estudio también incluye el hallazgo, en imágenes de súper alta resolución, de patrones de socavación que concuerdan con las predicciones numéricas de inundaciones por el megatsunami en el lugar de aterrizaje y sus proximidades.
“Nuestras simulaciones muestran que el megatsunami fue devastador y que alcanzó inicialmente unos 250 metros de altura de ola e inundó zonas costeras localizadas por lo menos a 2.000 km del cráter de impacto. Estas zonas costeras incluyen una cuenca enorme donde la ola podría haber formado un mar interior en los trópicos del planeta”, señala Mario Zarroca.
Cráteres marinos marcianos
Por su parte, Alexis Palmero Rodríguez, también investigador del Planetary Science Institute (EE UU) apunta: “La búsqueda de cráteres marinos marcianos es extremadamente difícil, pero resulta esencial para entender la evolución de ambientes costeros en el planeta rojo. La cuenca paleoceánica incluye multitud de cráteres dispersos que se formaron o mucho antes o mucho después que el océano”.
“Otros estudios han propuesto posibles cráteres marinos –añade–, pero el nuestro está basado en múltiples pruebas de teledetección y simulación por computador, lo que nos ha permitido identificar el primer cráter en Marte con relaciones estratigráficas, geográficas y numéricas indicativas de un origen por impacto oceánico”.
El cráter está por encima de los paisajes formados por las inundaciones que generó el océano y cubierto por los depósitos del megatsunami más reciente que ya cartografiaron los investigadores. “Es posible, por tanto, que contenga un registro geológico detallando la evolución del océano desde su formación hasta su congelación”, sostiene el investigador.
Nuevo contexto geológico para la investigación astrobiológica
La NASA determinó que el experimento de la Viking 1 no había proporcionado una clara evidencia de que Marte albergara o hubiera albergado señales de vida microbiológica en el suelo próximo al aterrizaje.
El estudio publicado ahora, en el que también participa el centro de investigación Ames de la NASA, no es directamente relevante para estos resultados, pero los autores señalan que la vinculación del depósito rocoso al océano del norte proporciona un nuevo contexto geológico para interpretar el experimento e invita a reconsiderar la información astrobiológica que fue recogida en las primeras mediciones in situ en Marte.
“El módulo de aterrizaje detectó sales en el terreno. Si se comprueba que estas sales eran de origen marino, se podría predecir una composición salobre de agua de mar que habría sido mucho más resistente a la congelación que los mares terrestres”, argumenta Zarroca.