Por algo hay que empezar así que primero: los globos, pese a parecer una tecnología arcaica, más propia del siglo pasado que del actual, tienen una gran capacidad de llegar a sitios básicamente inaccesibles por otros medios. Solo hay que fijarse la altitud a la que volaba, unos 18 kilómetros de altura. A esa altitud solo hay dos cosas que suban, los globos y los cohetes.
Un avión requiere de un elemento indispensable para funcionar, oxígeno, de hecho, un motor de tipo turbo jet consume ingentes cantidades de oxígeno, del cual no quema todo. Pero son varias toneladas por segundo en el caso de los motores más grandes. Y a esa altitud, sencillamente la presión atmosférica es demasiado escasa para que se consuma esa cantidad.
Por ponerlo en números a 18 kilómetros de altitud hay 7 kilonewtons por metro cuadrado de presión con una densidad de 112 gramos por metro cúbico. En superficie los valores respectivos son, 101 kN/m² y 1,225 kg/m³. Simplificado sería como decir que un cuadrado de un metro de largo por un metro de ancho en el suelo tiene encima diez toneladas de aire. Mientras que la densidad equivale a decir cuanto pesa el aire en un cubo imaginario de un metro de alto.
Estas diferencias de presión hacen inalcanzable para un avión convencional estas altitudes. Además de otros problemas asociados como es el frío. Cuanto más cerca del espacio, más baja la temperatura y lo hace de forma notable. Se estipula una temperatura media de 56ºC negativos para los 18 kilómetros de altura, esa es otra cuestión con la que hay que lidiar.