Otra razón, por la que nos puede sonar este archipiélago es por el efecto Nueva Zembla.
Un efecto óptico que lleva su nombre porque allí fue observado, y documentado, por primera vez por la tripulación de un barco holandés capitaneado por Willen Barents, barco que quedó atrapado en los hielos árticos el invierno de 1597. A pesar de que el sol no debía volverse a ver hasta el 8 de febrero, tres marineros afirmaron haberlo visto un 24 de enero. Barents no les creyó pero, tres días después, él también fue testigo de ese extraño fenómeno: el sol estaba brillando ante ellos.
Hoy se sabe que, el efecto Nueva Zembla, está causado por la alta refracción de la luz solar entre las termoclinas atmosféricas, las diferentes temperaturas de las capas de aire. Si el aire pegado al suelo helado está lo suficientemente frío, se puede formar una capa de inversión de la temperatura, que actúa como una pantalla en la que rebotan los rayos del sol.
Al rebotar, los rayos doblan la curvatura de nuestro planeta y proyectan un espejismo ártico del sol, en la línea del horizonte.