Nacido el 5 de octubre de 1958, Neil deGrasse Tyson es un personaje muy famoso y forma parte de la cultura popular en temas relacionados con la ciencia. Es reconocido principalmente por ser parte del programa Cosmos, y actuando como sucesor de Carl Sagan en este, además de ser autor de varios libros. Se ha ganado el cariño, respeto y admiración de muchas personas gracias a servir como un puente entre el ciudadano de a pie y los densos temas de astrofísica, sin embargo, esto está sobrevalorado.
Si bien Neil deGrasse Tyson hace un buen trabajo en ayudar a las personas a verse interesadas en diversos temas relacionados con la ciencia, la investigación y la astronomía, se genera una nueva problemática. Los artículos académicos y trabajos actuales en astrofísica, cosmología y física suelen estar plagados de complejas expresiones matemáticas y para un claro entendimiento hace falta años de aprendizaje. La tarea de entregar una versión simplificada, sencilla y rápida al público general es un enorme reto.
A la vez que los espectadores o lectores se sumergen en los relatos de Neil deGrasse Tyson, crean en él una imagen de una persona con un enorme conocimiento. Como siempre, hay quienes llevan las cosas al extremo y le consideran una figura que carga la razón y la verdad absoluta. Es igualmente tildado de la representación misma de la ciencia y de la importancia del método científico, siendo esto muy alejado de la realidad.
En la cultura general no está correctamente arraigado el pensamiento científico, bien sea por falta de interés o falta de oportunidad de adentrarse en aquel mundo. No obstante, esto no significa que sea correcto idolatrar a aquellos que sepan más que uno, así como ser conscientes de que nadie carga una verdad absoluta y todo puede cambiar de la noche a la mañana en lo que a avances en ciencia respecta.
La otra cara de la moneda
Más allá de lo que mucha gente ve en Neil deGrasse Tyson, bien sea por sus apariciones en TV, libros, pódcast, redes sociales, etc., hay una cierta incongruencia en su discurso. En numerosas ocasiones ha tratado de demeritar el asombro, felicidad y entusiasmo que sienten las personas al observar fenómenos astronómicos, por ejemplo, un eclipse lunar. De nada sirve inspirar si luego matas las ilusiones de quienes no saben lo mismo.
Hay también numerosos ejemplos de tweets realizados por el propio Neil, donde intentando comentar datos curiosos, pero en el intento divulga información errónea o incompleta. Aunque bien todos cometemos errores, lo importante es saber admitirlos y corregirlos, cosa que él no hace.
Es necesario reconocer que los divulgadores científicos no son tan increíbles como uno suele imaginar, aunque bien han realizado maravillosos trabajos acercando al público general a la ciencia, deben mantener un discurso congruente con sus ideas y dejen claro que sus palabras no son la verdad absoluta.