Los cuerpos de Legg y Byrnes fueron enterrados en sus ciudades natales, Kingston (Michingan, Estados Unidos) y Utica (Nueva York, Estados Unidos), respectivamente. Los restos de McKinley, según los registros del cementerio Arlington, donde se encuentran actualmente, no se pueden mover de su ubicación, ya que están contaminados con residuos radiactivos. Es por ello que se considera a la tumba de McKinley la tumba “más peligrosa del mundo”. Pero, ¿por qué solo la suya? ¿Qué sucede con las de Legg y Byrnes? Según recoge la página web del cementerio de Arlington, 15 años después del accidente Thomas O’Toole, periodista científico, escribió en The Washington Post que las tumbas de los tres hombres son similares: los ataúdes están forrados con plomo, dentro de una bóveda de metal, a una profundidad de 10 pies de la superficie y cubiertos de hormigón, para que los familiares pudiesen visitar y cuidar sus lápidas sin que haya peligro de radiación. (Hay que distinguir entre los términos contaminar e irradiar: mientras que el primer caso se refiere a que la radiactividad que emiten los isótopos de un cuerpo contaminado lleguen a una persona, el segundo hace referencia a que estos isótopos formen a pasar parte del cuerpo e irradien desde dentro. Lo peligroso sería que los isótopos radiactivos de la tumba contaminasen el agua subterránea y, de ahí, pasase a los seres vivos por bioacumulacion.)