Hace más o menos un año publicábamos como el segundo intento de llevar la CST-100 Starliner a la Estación Espacial Internacional era «la última oportunidad de Boeing». En él se desarrollan historias anteriores que hacían ver que la empresa tenía problemas internos gravísimos.
Aparentemente algunos de los problemas citados no han desaparecido y los que lo han hecho han mutado más que ser solventados. Sin embargo, esto no es noticia.
Esta es una denuncia realizada por la empresa Wilson Aerospace. Fue interpuesta ante la autoridad judicial de Seattle. Muy simbólico, porque es la ciudad original del gigante de la aviación. Y tras su marcha, se empieza a señalar el decaimiento de la misma. Coincidente en el tiempo también con la absorción de Mcdonell Douglass, supuestamente obligados por el gobierno federal ante el riesgo de quiebra de la segunda.
Tras esto empezó a correr la habladuría de que Mcdonell se había comprado a sí misma con el dinero de Boeing y que se habían quedado ellos con la empresa. Arrastrando así los problemas de liderazgo y mala praxis de la casi quebrada a la boyante situada en Seattle.
Ahora, entre las acusaciones de robo de propiedad intelectual y vulneración de secretos industriales, se mezclan acusaciones que van más allá incluso.
Wilson Aerospace cita varios casos de robo de su propiedad intelectual. El primero son unos pernos diseñados para el avión 787 Dreamliner, una de las joyas de la corona de Boeing. Así mismo, apunta a la Estación Espacial Internacional como otro lugar donde han sufrido este ataque, específicamente en unos pasadores a prueba de fugas. Quizá lo más grave se encuentre en el uso de unos dispositivos para ajustar el par del fluido en el SLS, el cohete lunar de la NASA.
Según los denunciantes, en 2014, al principio del desarrollo del cohete Boeing acudió a ellos, casi como último recurso. No habían logrado encontrar una solución a como montar los poderosos motores RS-25. Estos, heredados del programa del transbordador espacial, estaban poniendo en riesgo una prueba elemental en cualquier diseño complejo. La llamada Critical Design Review (revisión de diseño crítica) analiza cada pequeño detalle de, en este caso, el SLS en busca de fallos o problemas. Si la fallaban corrían severo riesgo de perder el contrato más lucrativo que actualmente gestiona Boeing.
Con lo que acudieron al «producto estrella» de Wilson Aerospace. Sin embargo, tan solo dos años después, sin haber recibido todas las instrucciones necesarias para su correcta operación, el contrato se cerró de forma abrupta.
Esto tras saber los afectados que Boeing estaba intentando replicar su diseño propietario con otros materiales, deficientes. Además de intentar reducir el precio del contrato una vez estaba en curso y la CDR superada.
Boeing ha declarado a otros medios que la denuncia está llena de inexactitudes y omisiones
Al cierre de la edición, Wilson Aerospace no ha contestado a nuestras solicitudes de información para tener los datos de todas las partes implicadas.
La semana pasada salieron a la luz pública, además, nuevos problemas de la cápsula. Este diseño, primado por la NASA sobre la Dragon de SpaceX en cuanto a seguridad, recibió un escrutinio mucho más laxo que la que construyeron los de Musk desde el principio. Pero tras la catastrófica prueba OFT-1 las miradas de todo el mundo se volcaron en esta cápsula. Muy similar en capacidades a su competidora, finalmente sufrió los mismos problemas que el 737 Max. Un software mal diseñado y peor aún implementado con múltiples fallos catastróficos en su primer lanzamiento. A lo que se le añadió un segundo problema no menos destructivo (hubo que desechar por completo un módulo de servicio).
Los descubrimientos realizados a semanas del primer lanzamiento tripulado de la CST-100 son quizá más graves que los anteriores. Y eso, que en un caso casi conducen en dos ocasiones a la destrucción de la nave en vuelo y en el otro impidieron el lanzamiento en todo caso.
A lo que habría que sumar que uno los motores de la nave en la segunda prueba en el espacio, esta sí exitosa, casi falló. Además del sistema principal, el primer sistema de válvulas redundantes que permitía el flujo de propelente al motor no funcionó, quedando un único y último sistema redundante alimentando ese motor. Esto habla muy bien de lo diseñadas a pruebas de fallos que están las naves espaciales, además de muy mal del trabajo de Boeing preparando el lanzamiento.
Pero tras todos estos innumerables problemas, volvemos al día de hoy, o más específicamente a la semana pasada. La empresa y la NASA anunciaron un retraso en el lanzamiento debido a dos problemas críticos, sin dar detalles.
Pero la gente habla, y el espacio es un mundo pequeño, aquel mismo día se publicaron las vergüenzas de la cápsula.
En una situación así generalmente son problemas de que algo ha fallado en alguna prueba parcial y eso genera retrasos. Eso es hasta cierto punto normal, las cosas fallan, en el vuelo espacial todo va al extremo, pero no es el caso. En este caso, es de suponer que en una de las múltiples revisiones previas al lanzamiento tripulado se encontraron estas anomalías.
La primera, extremadamente grave, especialmente en Estados Unidos, está el uso de cientos de metros de cinta inflamable. En la NASA existe una aversión extrema a cualquier elemento no ya inflamable, pero que no sea ignífugo. No es entendible de ninguna manera lógica la presencia de este elemento, quizá en otro país o desarrollo, pero no en una cápsula espacial estadounidense. ¿Por qué? Porque allí aún lamentan las muertes del Apollo 1 en un incendio dentro de una nave de dicho programa.
El otro es quizá más entendible, pero igualmente inexplicable a semanas de lanzar una misión con astronautas a bordo. Se han encontrado deficiencias en el material empleado en las cuerdas de los paracaídas. No son suficientemente resistentes. Lo cual, siendo un sistema de máxima seguridad, en caso de fallo nada impediría a la tripulación precipitarse contra el suelo.
Boeing es una desgracia tras otra. Por suerte, en el ámbito estrictamente espacial no se ha cobrado ninguna víctima, pero parecen estar siempre al borde del precipicio. Lo que debía de ser un diseño más barato y seguro que la Dragon de SpaceX es lo opuesto.
Si a ello unimos las nuevas acusaciones de robo de propiedad industrial, el combo deja sin palabras a cualquiera. No se atisba tampoco una mejora en los resultados, ya que el cambio más evidente, el del CEO, ya ha sucedido y aparentemente los resultados han sido nulos.
Esta entrada fue modificada por última vez en 09/06/2023 00:33
Jefe de sección Actividad Aeroespacial. Especialista en el programa espacial indio. Universidad de Oviedo.