Al contrario de lo que nos había sucedido en anteriores ocasiones, la gente de este poblado estaba muy orgullosa de vivir allí. Dasha nos mostraba su poblado con orgullo, siempre con palabras positivas… ¡daban ganas de quedarse! La gente que vive en estos poblados remotos, suele tener una actitud más «negativa», y en algún momento siempre te hacen la típica pregunta «¿y para qué vienes tú a este lugar?» Pero la actitud de Dasha era distinta, se podía sentir el orgullo que sentía de vivir allí.
Nuestro siguiente objetivo era el campamento nómada de los Chuvantsy. En el poblado todavía conservaban dos campamentos, mientras que en su poblado vecino – Lamutskoye – solamente quedaba en pie un único campamento. Llegó el momento y nos subimos a nuestra “Burán”, la moto de nieve más famosa de los añorados tiempos soviéticos, y nos ponemos rumbo al campamento nómada junto al padre de Masha y Dasha.
Pasamos por infinidad de ríos color turquesa, pequeños oasis de bosques que surgen en mitad de la tundra, valles rodeados de montes que no tienen nombre… pero si todo eso era asombroso, las vistas del campamento son de las que te quitan la respiración durante unos segundos. Tras reaccionar, me giro hacia a Agustín – mi compañero de viaje – y solamente se me ocurre decirle «Agus, menudo lugar al que acabamos de llegar, ¡qué pasada!»